Arrival day

Éste va a ser el hostal en el que pasaré mi primera noche en Nueva York. Está a apenas cuatro manzanas de Central Park. Lo primero que quiero hacer es probar la escalera de incendios: hacerme algunas fotos creyendo que el hotel se quema, quizá me dé por fumar algo y toser luego. Más tarde iré a pasear un poco las calles, las cuatro manzanas que nos separan del parque. Llegado el momento, relegaré a Diana, mi acompañante, a un silencio poco acostumbrado (tras haberla aturdido con mi árbol genealógico todo el trayecto en avión) para escuchar algo de jazz, tomado directamente de alguna película de Woody Allen (lo más probable, Radio Days). Y creeré entonces que soy el cineasta y que me dispongo a cruzar el parque para acudir a mi cita diaria con Mia Farrow, justo al otro lado. Eludiré en ese pensamiento el dato de los niños adoptados, de sus tullidas intenciones, para creer que la felicidad existe y que uno debe viajar a Nueva York para encontrarse con ella.